Fopea nos forrea
Por Claudio Díaz
Si un poderoso se adueña de la calle y arrasa con todo lo que se le presenta por delante, ellos se harán los distraídos. Desviarán la vista hacia las marquesinas del mercado, silbando bajito y con las manos en los bolsillos. Pero una vez que el episodio trascienda e indigne, aparecerán en primera fila como los grandes héroes que fueron testigos y están dispuestos a contarlo todo. Porque, claro, ellos vieron lo sucedido. Y un cambio de máscara es suficiente. “¡Agente, venga que yo le puedo dar detalles de lo que pasó…!”.
Si el paralelismo le cabe a muchos practicantes de oficios terrestres, el nuestro quiere corporizarse directamente en el rol de algunos periodistas que llaman a los bomberos cuando los incendiarios ya están lejos. Lo hacemos con nombre y apellido: la organización Fopea, Foro de Periodismo Argentino. ¿O forros?
Aquí no hay contemplación alguna. Terminemos con la zoncera de que somos colegas y no debemos sacar nuestros roñosos trapos al sol. Pura sanata que siembran los apóstoles del “no hagamos periodismo de periodistas”. Algo así como “hagamos mierda al resto: al sindicalismo, a los milicos, a los curas…”. Pero no hablemos mal de nosotros mismos, de la sacrosanta “familia” periodística. Penosa “regla” no escrita y, sin embargo, respetada con unción por la gran mayoría de los hombres y las mujeres de prensa que utilizan sus espacios para putear contra todas las corporaciones, aunque demuestren tener actitudes más corporativas que las que se observan en el propio Vaticano.
“No hacer periodismo de periodistas” equivaldría a que algunos políticos honestos no hagan política de los mercenarios que están metidos en ella. A que ningún Jefe de Estado pueda juzgar al presidente de una potencia que proteja o represente al consorcio mafioso financiero-militar. A que un médico de barrio no denuncie al colega dueño de una clínica privada que receta medicamentos truchos a los enfermos.
¿Por qué vamos a prescindir de hacer periodismo de periodistas y, así, ocultarle a las nuevas generaciones lo que hicieron los Neustadt, los Grondona, los Morales Solá y los Fontevecchia, entre otros, durante la dictadura?
Esta censura que aparece disfrazada bajo el ropaje de respeto a la libertad de prensa es la que auspician los socios de Fopea. Que esta semana, ante la aparición en la marcha por la Ley de Medios de afiches críticos hacia las labores “profesionales” de periodistas que trabajan en el Grupo Clarín, emitieron un comunicado que habla de actitudes que buscan “deshonrar y denigrar a profesionales de un medio (…) con un procedimiento cobarde que se acerca a las prácticas de señalamiento fascistas”. ¡Andá, Fopea, andá a forrear a otro lado…!
Reaccionamos de esta manera (y se la dejamos servida para que nos llamen, efectivamente, reaccionarios) porque entre los miembros de Fopea aparecen siniestros personajes que se hacen pasar como periodistas y en realidad son operadores del poder económico, como Joaquín Morales Solá.
El Código de Ética que los propios fopeanos establecieron hacia 2002, cuando fundaron el Foro, es una verdadera preciosura:
“Los periodistas que integran FOPEA se comprometen a buscar la verdad, a resguardar su independencia y a dar un tratamiento honesto a la información. La distorsión deliberada jamás está permitida. Y los valores esenciales de los periodistas que adhieren a este Código son el respeto a los principios de la democracia, la honestidad, el pluralismo y la tolerancia”.
Urgente una reunión de sus socios para repasar el Código. Porque Fopea tiene entre sus 300 adherentes a la mayoría de los escribas que, día a día, bajan la línea editorial de Clarín desde las secciones de Política, Economía, Internacionales, Información General y Policiales. ¿No tendría el “colectivo” que conduce Gabriel Michi hacer un registro de lo que vienen publicando para comprobar si efectivamente se busca la verdad, se practica la independencia, se le da un tratamiento honesto a la información, y si son plurales y tolerantes cuando tienen que dar cuenta de las noticias cotidianas?
Pero lo más execrable es lanzar acusaciones de notable contenido democrático contra simples ciudadanos que se movilizaron por iniciativa propia a los Tribunales, para expresar su repudio ante el comportamiento de ciertos periodistas. Porque fue la gente la que diseñó, armó y portó los carteles condenatorios contra María Laura Santillán, Nelson Castro, Ernesto Tenenbaum, Santo Biassatti y algunos más.
O sea: los pretendidos constructores de opinión que militan en Fopea, muy republicanos e impolutos, ya ni siquiera permiten la libre expresión del hombre común, de la mujer común, que así como escracha a gobernantes, dirigentes políticos o legisladores, también se siente en su legítimo derecho de escrachar a periodistas. A lo de “prácticas fascistas”, Fopea agrega:
“La caza de brujas sobre periodistas es una amenaza a la libertad de expresión y puede derivar en situaciones muy peligrosas, algo que terminará afectando a la democracia argentina y a toda la ciudadanía”.
Muy bueno, muchachos. Quiere decir que ahora es el pueblo el que sale a cazar brujas. No los medios (es decir: sus patrones, que los alimentan bien y les ponen suficiente alpiste en el pico para que canten discursos en el encierro de las jaulas), que desde siempre han estigmatizado y cazado a quienes se niegan a ser sometidos. Y mucho menos los periodistas que ustedes defienden y son parte de sus propias vísceras, como Morales Solá, que nunca salió a cruzar brujas; es verdad… Lo suyo, entre 1976 y 1981, fue apuntar a los hombres que debían ser cazados por la gavilla asesina de Martínez de Hoz, Videla y Bussi, entre otros.
Hay que acabar con esta mascarada. Y dejar las cosas bien en claro. Estos periodistas de Fopea deben seguir ejerciendo su oficio donde más les plazca y con todas las garantías. Más: varios de ellos no merecerían ser cuestionados en este artículo porque los sabemos dignos y honestos. Pero, estimados colegas, si estuvieron de acuerdo en apoyar el comunicado divulgado por el Foro que integran, se nos hace muy difícil apartarlos de la crítica.
A los otros, a los que vienen a arrogarse el rol de profesionales que velan por la ética y la honestidad intelectual en este bastardeado oficio, apenas les pedimos que se saquen la careta. Dejen de posar como derviches del “buen periodismo” las Julia Bowland, los Fabián Bosoer y los Luis Ceriotto; los Pepe Eliaschev, Roberto Guareschi y Daniel Juri; los Majul y Mendelevich; las O’Donnell y las Magdalenas; los Claudio Savoia y Gustavo Sierra: los Gerardo Young y las Lorena Maciel, por citar a sólo una parte de la “masa social” del grupo.
Fopeanos, nadie les va a quitar el derecho a querer seguir siendo forros. Pero déjennos decirles: no forreen más a la gente…
Claudio Díaz
Fuente: http://memoriastierra.blogspot.com/2010/04/periodistas-alcahuetes-del-poder.html / El Ortiba
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